En el camino de la vida, todos enfrentamos el duelo en sus diversas formas: la pérdida de un ser querido, el fin de una etapa, o incluso el cambio de una identidad personal. Hoy, como humanidad, enfrentamos un duelo colectivo, un dolor profundo que va más allá de nuestras experiencias individuales: el duelo de nuestra Madre Tierra que arde, se consume, y llora en llamas. Los bosques, esos pulmones vitales de la Chiquitania y de diferentes regiones de nuestro país, son reducidos a cenizas; la fauna, nuestros compañeros de vida, sucumben ante un fuego devastador. Y ese humo, cargado de la desesperación y el sufrimiento de la Tierra, asciende hacia el cielo, oscureciendo nuestras ciudades y, simbólicamente, reflejando la parte más oscura de nuestra naturaleza humana, ese humo que ahora cubre nuestras ciudades nos recuerda la sombra que cada uno de nosotros lleva dentro. Es un símbolo de la desconexión de nuestra esencia, de nuestro olvido del sagrado equilibrio entre todos los seres vivos.
El humo que contamina nuestras ciudades es más que una señal de destrucción; es un llamado de atención. Es el reflejo de esa parte de nosotros que ha ignorado los ciclos naturales, que ha perdido la conciencia de nuestra interdependencia con la Tierra y todos sus habitantes. Es la manifestación tangible de nuestras acciones inconscientes, de un consumismo desmedido, y de una falta de respeto por los ritmos sagrados de la naturaleza.
Afrontar este duelo requiere más que lamentos; requiere una transformación profunda en nuestro ser y en nuestra conciencia colectiva. La espiritualidad y el esoterismo nos enseñan que, después de la oscuridad, siempre hay una luz que busca abrirse paso. Así como en el proceso de duelo personal necesitamos transitar por la oscuridad para encontrar la sanación, también como humanidad debemos aceptar este momento de dolor como una oportunidad para un renacimiento.
La clave para sanar este duelo reside en elevar nuestra conciencia. Necesitamos reconectar con la Madre Tierra desde un espacio de amor y respeto profundo. La meditación puede ser nuestra herramienta accesible y poderosa en este proceso. Meditar nos permite entrar en un estado de presencia plena, donde podemos visualizar la sanación del planeta, sentirnos conectados con cada árbol, cada ser vivo que sufre, y enviarles energía de amor y luz.
Después del desastre, llega el momento de la regeneración. Así como los bosques necesitan ser reforestados, nosotros, como seres humanos, necesitamos sembrar nuevas semillas de conciencia en nuestros corazones. Este es un llamado a actuar con conciencia, a transformar nuestro dolor y nuestra culpa en acción compasiva. Podemos comenzar plantando árboles, apoyando proyectos de reforestación, o simplemente reduciendo nuestro impacto ambiental diario. Cada acto cuenta, cada pequeña acción es una semilla de esperanza para un nuevo ciclo de vida.
La reforestación no es solo física, sino también espiritual. Necesitamos sanar las heridas en nuestra alma, liberar esa sombra que se refleja en el humo de los incendios, y permitir que la luz de nuestra conciencia ilumine nuestras decisiones. Al elevar nuestra vibración, al ser más conscientes y compasivos, estamos ayudando a que la Tierra sane también.
Este será un tiempo para un renacimiento colectivo, todo es cíclico. Después del fuego, la ceniza fertiliza la tierra y prepara el terreno para nuevas plantas, nuevos árboles, nueva vida. Así también, nosotros podremos transformar este dolor en un catalizador para el cambio.
Nuestro papel como seres espirituales es usar nuestra conciencia para nutrir estos nuevos comienzos. Cada pensamiento consciente, cada acto de amor hacia la Tierra, es una contribución para un futuro más luminoso.
El duelo por la Madre Tierra es un duelo que todos estamos sintiendo y enfrentando. Pero es también una invitación a despertar, a recordar nuestro papel como guardianes de la vida. Podemos transformar la oscuridad en luz, el dolor en acción, y las cenizas en semillas de esperanza, cada granito de arena ayudará a superar este momento y la madre tierra recibirá nuestras intenciones y acciones.
Andrea Tarifa, CoCrea Cochabamba, 11.9.2024